Los mandatos vienen desde la relación con la familia de origen y se repite constantemente en comportamientos que muchas veces son inconscientes, pues se convierte en el fundamento o la forma en cómo se percibe el mundo, se generalizan experiencias, es decir, se vive desde ellos, son como un par de gafas que llevamos puestas todo el tiempo. Así vivimos y también buscamos el amor mirando en una sola dirección, sintiéndonos muy cómodos cuando encontramos relaciones en las que de alguna forma se repite aquello que conocemos, lo que se obtuvo desde los padres. Es decir lo incompleto o lo que no se logró encontrar en esa relación así por ejemplo:
Sí en la familia existía dificultad para expresar las emociones entonces me sentiré de inicio cómodo con una persona que hable mucho pero de manera superficial (hablar mucho me da la idea de que es diferente a lo vivido y es atractivo) pero al ser superficial repito la misma historia, pues lo emocionalmente importante se queda sumido en lo no dicho.
Sí me amaron desde la carencia entonces de inicio buscaré una persona que me guíe y proteja, pero esto finalmente me hará sentir insuficiente.
Si en las relaciones familiares me amaron desde la utilidad entonces buscaré ser útil más para los demás que para mí mismo, buscando complacer en todo momento.
Si me amaron desde la ofrenda, es decir lo que doy a los demás buscaré relaciones en las que entregue sin medida quedando un vacío emocional por la falta de reconocimiento.
Esto genera a futuro una sensación de no sentirse valorado o suficientemente amado. Entonces se vive esperando que una y otra vez la pareja le devuelva lo mismo que se vivió alguna vez desde el faltante, tratando de resolver en otro lo que no me dieron, sin ver verdaderamente a quien tengo a mi lado y que elegí para compartir mi vida.
Por tanto, en cada relación que se inicia o que se encuentra se puede ir generando aquello que se vivió desde la familia de origen y así se cumplen roles o se dan comportamientos en los que el otro es un objeto o la posibilidad de resolver lo no resuelto, esto por supuesto, causa conflictos, peleas permanentes, falta de felicidad, irrespeto, violencia, maltrato, falta de sentirse valorado, etc., abriendo un abismo relacional en el que se decide tratar de vivir por miedo a volver a ser abandonado, a volver a empezar o por la creencia de que seguramente cambiará, o la justificación de: “así lo conocí, y así lo acepte”, a veces también se trata de que el otro se convierta en lo que yo quiero y necesito como si se tratará de un muñeco de arcilla que se quiere moldear, todo esto es parte de los modelos mentales que se relacionan con la carencia de un amor verdadero.
Dra. María Dolores Criollo
Terapeuta Familiar Sistémica
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